13/9/14

Océano (XIII): El Regreso.

El camino es extraño.
Escueto de detalles a la par de largo.
Metis nos conduce entre los brillos y las sombras por las raíces de los edificios hasta un nivel mas profundo y laberíntico cuajado de huecos irregulares con ecos.

El trayecto tiene cada vez mas de bregar por llegar y con el paso indefinido del tiempo cada avance se hace mas y mas pesado.
Ella deja un rastro nimio de su sangre allá por donde pasamos y no dejo de imaginar que es el hilo de vuelta que va desenvolviendo. No. Que va siguiendo.

Creo que tengo fiebre y los olores se me incrustan y mi cabeza va siendo cada vez menos mía con la constante sensacion de fracturarse a través del avance en esta senda.

Al final estoy increíblemente cansada, tanto como para que la esperanza de ir a mejor no cale.
Quizás es eso un avasallamiento del hastío tan grande que el anhelo de la continuación de la vida ya no lo mermara si no que lo hiciera peor y mucho peor.
Intuyo entre brumas que es el paisaje, la voluptuosidad enmarañada de ramas fantasmagóricas profundizando hacia abajo y abajo del mundo pero también se me pasa por el pensamiento que esa explicación es media mentira. Si brota una una disposición suicida y depresiva casi completamente nace de mi.

Como una reacción perfectamente lógica en ese lugar y humor la respuesta aparece para fustigarme.

La primera rama que me azota casi me parte el resto de la mandíbula tan fuerte que las ultimas fuerzas que tengo para contener tripas y vejiga se pierden.

Metis me agarra firme de pie y no caigo.

Había pensado que el roce de aquel árbol liquido me consumiría pero es como si me hubiera cortado un trozo de la cabeza y pudiera seguir pensando.

Metis me recompone y siento no actúa somo un sostén si no como el encargada de asegurar de que pueda afrontar el siguiente envite.
Y el que le siga.
Hay mas golpes a tramos mas o menos espaciados.
Me golpean la frente, en una y otro muñeca, en los tobillos, en el pecho y en el bajo vientre y en la entrepierna dejando mas que verdugones.

Hasta nueve veces creo llevar la cuenta, envuelta en el delirio del dolor, mezclado con la fiebre.
Nueve, si, acaricio el numero. Nueve esta bien. Es el diez el que es un mal numero. Ese Otro.

Cuando cesa el ultimo fragor y su restallido se aleja de mis oídos como un rumor caigo sobre una blandura gruesa y acuosa muy oscura que no es agua de mar pero tampoco no es agua.
La estancia apenas se me remarca en los sentidos pero es irremediablemente patente en su reflejo sobre la tenue patina del liquido negro, candente y vivo.

Al fondo hay una cortina de ramas en cascada que semeja estar petrificada aun que se ciertamente que se filtra hacia abajo muy, muy eternamente.

Por entre el ramaje hay una abertura por la que se escapan los ecos lejanos de la voz de Betriz.

Enfrente de la extraña puerta esta el chambelán de Febe que nos mira como intrigados entre su espanto.
Tiene la cara del que chupara un limón y se lo ha tragado y no sabe como dar marcha atrás y vomitarlo.
Cuando ve a Metis tiembla mas de vergüenza que de miedo.

Metis me mira y veo que ha desenvainado una extraña espada.

- Por fin ves Eos, ¿No es Verdad? - le clava sus primeras palabras sin compasión.

El asiente cabizbajo mirandome de reojo con pavor.

- La...La Bruja... - me señala - Su Voz... Sus palabras.
- No es una bruja... - me roza el hombro con la punta de la espada - Ya no. Apenas es un despojo. Como tu. Heces condenadas.

Le escupe a la cara y le acierta desde la distancia lo que lo sorprende tanto que lo derriba entre sollozos.

- No necesitabas otra Voz para ver Eos - lentamente se acerca a él con el arma amenazante - esa Voz la has tenido siempre pero elegiste no escucharla hijo de Thea. Ahora vas a tener mucho tiempo para oírla - Lo encadena con los hilos de plata y los clavos y es brutal por que si Metis sufría pero no gritaba, Eos no puede acallarlo y sus alaridos retumban en la estancia.

Siento el rumor de replica. El ronquido airado apenas a un centímetro de mis dedos. Enfadado y ansioso.
Metis vuelve a mi y me levanta con firmeza. En el umbral arbóreo aparece la dama Tetis.

- Vamos - es lo único que dice. Me fijo en que ha envainado y eso es para ella extremadamente importante - Vamos - me repite - Nosotros no tenemos todo el Tiempo del mundo.

Avanzamos la media docena de metros y Tetis nos franquea la entrada.
Dentro esta Betriz envuelta en un fulgor y un calma azul oscuro que se desprende de todas las superficies del lugar excepto por una.
Un botón casi minúsculo en el centro, como una tronera redonda de dos palmos de diámetro, por el que si quisieras bajar tendrías que decidirte y encogerte.

El color del circulo no es oscuro.
Creo que me me engañan los ojos pero no es ningun color.

Metis me desplaza hacia un rincón me ayuda a ponerme de rodillas. Ella va casi encorvada.
El techo es muy bajo y parece que cada vez pudiera serlo mas. Es como si constantemente este presionando hacia bajo con titánico esfuerzo.
Reconozco el punto exacto donde estamos. El eje concreto del Árbol. La punta de su tronco pero por el otro extremo.
Aquí acaba su copa y mas abajo...

Un escalofrió me recorre la espalda.
Mas abajo...

Metis también se ha puesto de rodillas a mi lado pero se ha inclinado hacia delante como los devotos musulmanes al orar y no deja de sorprenderme por que es lo que esta haciendo.

Se ha recogido el cabello en tenso moño cruzado por alfileres de bronce y se ha limpiado la cara supongo con agua que llevara. Ha hecho lo que ha podido para presentar sus mejores galas para rezar.
Rezar por Kebren, por Pontos y por Myla. Por muchos otros que no conozco. Por Betriz. Por Betriz pone mas empeño, mas Fe.
No me hace falta entenderla para saber.

Betriz nos mira y hay una mezcla de sentidos encontrados en su rostro.
Esta asustada pero nuestra presencia la ha iluminado. Sin embargo entre ambas sensaciones se cruza una duda.
No sé que cara puedo estar mostrando, vendada,  golpeada y febril pero no creo que haya podido ocultar el conocimiento ni supiera como suavizarlo.
Estoy haciendo de maltrecha mensajera de una verdad dolorosa. Mis lagrimas están ahí antes de que me apercibe.
Veo el reconocimiento en sus ojos mas sinceros que las palabras. Se ve el golpe y la huella de como lo asume.
Noto su cercanía y su tacto.

Apenas sostenida en un hilo de fuerzas sin embargo me mantengo erguida sobre la espalda en un equilibrio imposible y mis brazos abarcan su cuerpo y ella el mio.

Ella tiembla y yo tiemblo, entrelazadas en el mutuo consuelo ante la mala noticia.

Myla esta en mi corazón y en mis pensamientos con Betriz. Sus ojos llenos de fe y su rostro bienaventurado antes de su ultimo suspiro. Esa paz de la que no me he dado cuenta en su momento. La seguridad del vaticinio y la seguridad de ir al lugar correcto.

Ella se desliza hasta sentarse delante de mi y me contempla recorriendo esas imágenes.

La duda puede surcar su rostro. Es la carga del incierto error, del peligro, y de la responsabilidad. Pero sobretodo aflora el agradecimiento.

- Gracias - me dice limpiándose la humedad de los ojos con la manga del su túnica de doncella. No añade mas por que le es imposible expresarse mejor con palabras.

Con cuidado de no chocar con el techo se pone en cuclillas Esta triste pero sigue decidida.
Mira el punto en el centro, que parece oscilar, siendo unas veces mas grande y otras mas pequeño y luego regresa a mi mirada relajada.
Sus manos cuelgan a los lados inquietas esta dispuesta a levantarse e ir.
- Voy a cumplir el trato - me confirma - Lo jure por la Estigia y... Díselo a Pontos. Que estoy orgullosa de ser su hija.
Son palabras que brotan a borbotones pero son claras.

Leí una vez que los Dioses hacen lo que quieren con su palabra y que nosotros, los mortales, al contrario si debemos cumplir con las promesas que les ofrecemos.
Realmente ellos hacen lo que le es propio alimentados por el destino que traza la fe en nuestros corazones sobre la esencia inmortal y mas antigua, mas único.
Ellos pueden parecer volubles pero no lo son. Es su sino. Es su ser.
Nosotros... Podemos deselegir una vez elegido pero esa es una acción primordial que nos aleja de lo que somos y nos encamina hacia la destrucción.

Seguramente puedes contar con poder robar la baraja y cambiar el juego como pretenden los Malditos mientras le das la espalda a la única divinidad real, verdadera, No Creada.
Lo cierto es que solo parece un buen plan si se tiene suficiente miedo.

Betriz sabe lo que es ese miedo pero no lo hace suficiente para olvidar su promesa de hacer lo correcto. Una perfección inscrita en la verdad de lo que cree y cree verdaderamente.
Me pregunto por un instante por que quería que viniera por que en mi alma es como si mi misión elegida estuviera incompleta.

Debo traslucirlo de una manera horrible por que la muchacha pregunta a las otras dos mujeres.

- ¿Podéis ayudarla? No parece encontrase bien. Necesita cuidados.
- Nadie que no este Consagrado tiene que temer de este lugar - es la respuesta de Tetis y me duelen sus palabras como si resonaran dentro de mi cráneo y sin embargo son tiernas y amables con Betriz - De aquí solo se echa al Falsario, aquí se castiga al Asesino. Aquí se destruye a la Abominación.

Ella traga saliva sopesando lo que oye y lo que va a decir y en su inocencia insiste.

- No quiero dejarla sola en este estado. Yo la invite a estar aquí. Me siento responsable de lo que las penurias que esta pasando - abandona su actitud decidida y pierde todo su porte por el de una niña que se preocupa. - Ni siquiera se por que lo hice. Parecía lo correcto.

Me coge la mano cálida y de gesto sencillo y soy consciente de mi sucio poder.
Recojo todo lo que me queda para poder mantenerme calma y serena y la pregunta interrogante de ella le contesto con una sonrisa de agradecimiento y un suave movimiento de negación.
Ve lo que digo con los ojos y una suave oscilación de la cabeza. Ve.

Ambas parpadeamos y ella me suelta la mano despacio.

Betriz mira a Metis que se ha erguido desde su contemplación. Sé que ha sido bastante antes y que ha estado muy atenta a toda la transición.
- Ve, Betriz. Su bienestar no es tu labor, sino la mía y bueno...de ella misma - no me mira pero es como si me estuviera taladrando con la mirada - Lo siento, cariño, pero se ha acabado el tiempo que teníamos.
Debes partir.

Se levanta hasta su altura y le da un beso en la mejilla. Triste.

Betriz asiente como si también sintiera que es el momento y que no hay otro.
De la guarda de Tetis se aproxima a la sima.
Inconscientemente se atusa el flequillo.
- No cambia nada - la oigo declamar y lo siento como si fuera su mantra.

Entonces soy consciente del que rumor regresa en mi interior escoltado por su gemelo sobre el Árbol, su disgusto.

Es un esqueje escondido cubierto por una sordina profusamente antigua pero que hoy, en este lugar, se le ha desprendido una capa y al descubierto me inunda con un zumbante malestar.
Viene a mi muy despacio, deslizándose por caminos tallados a la espalda de mi percepción, mi entendimiento o mis sentimientos, con todas sus explicaciones o al menos primero con las mas obvias.
La primera es que ya ha tocado el Árbol y con el a todos lo que Él toca por acto o por juramento.

Es una impresión en sangre, vertida por los peones furiosos u obtusos.

La segunda soy yo, como una pieza maquinada sobre el tablero una noche de noviembre con el cuchillo en el cuello de mi mejor amiga para alimentarme con el don de hacer que sea nefasto cualquier movimiento, tanto la huida como el consentimiento.
Él es tan taimado como para esperar en los dos extremos. En la mancha derramada en este sagrario o en la ausencia de coronación de su fraternal Esposa.

- No cambia nada - repite Betriz.

Quiero gritar para que se detenga pero el parapeto del dolor se derrumba y creo que le ayudan y antes de que pueda siquiera gemir todo me da vueltas y se funde en negro.

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