13/9/14

Océano (XII): Vestido de Sangre nos Cubre

El templo frente al que se ha producido la confrontación resulta ser el de Rea.

Auristrata ha decidido con celeridad en los breves segundos que han precedido a la muerte de Myla y ha ladrado ordenes precisas a todos con una determinación que aleja decisiones insensatas.
Líceo, cojeando, aparta hacia el edificio a Pontos con ayuda de Kebren y a mi se me encomienda servir de apoyo a Metis que ha destrozado sus cadenas.

La mujer ciega se queda fuera contemplando los despojos de Túcides y el cadáver de Myla.

No podemos evitar mirar atrás mientras ascendemos por la escalinata de basalto.

En mi no puedo desentrañar el sentimiento. Es un maremágnum variado.
En Metis hay una inconfundible expresión de fracaso afilada con las sombras que se proyectan en cuanto entramos en el templo.

- Déjame aquí - me exige cuando atravesamos un rincón oscuro proyectado por inmenso catafalco de madera que preside la estela figurativa de la Diosa.

Ambas nos quedamos mirándola, poderosa sobre los sitiales de piedra cortada con esmero que soportan la pared vertical semejante a un ovalo que mantiene el prominente mosaico vertical de su Efigie.

Es hermoso aun que se lo vea triste en la mirada. Quizás es solo la distorsión en mis ojos. Lagrimas sin humedad.

No ayuda a la paz, el eco de las discusiones de Pontos y otras voces, desde las raíces de la construcción.
Es como si los gritos sean la respuesta que ahora busca y necesita este lugar.

Agitada, me dejo deslizar la espalda por una labrada columna no muy cerca de Metis pero no muy lejos pero al final gateo hasta ella y le desenredo el desastre de los clavos arrancados y los hilos de sus cadenas.
Un olor saturado de sangre se arrastra hasta nosotros lentamente mas allá del que brota de mis propias manos y de las llagas de Metis.

Entonces distingo, aquel temblor como un canto que ha acudido a mi fugazmente pero que ahora es alto y claro en su monotonía sin distracciones. Un gruñido primordial descrito a través de la tierra por el Árbol.
No es nuevo en sus ramas pero si esta cambiado el sesgo y ese cambio hiela la médula de mis huesos con nefasto sentir.

Metis me contempla concentrada por que me he detenido pero no dice ni palabra.

Líceo aparece con su alargado gesto de enfado y se pierde en las entrañas del templo con el visible deseo de que le den una razón para emplearse con sus armas.

Bajo el umbral de entrada, Auristrata se enmarca cambiando el patrón de la luz. En sus brazos sujeta un cuerpo amortajado que no podemos confundir.

Pontos llora y camina lentamente hasta la dos mujeres.

¿Como compartir la visión de un hombre roto?
Lo miro y desborda la copa de su dolor. Roza el paño sobre su cabeza y besa el hueco de sus labios y es cuando aparto la mirada avergonzada.
Cierro los ojos y me muerdo el labio y me esfuerzo en acudir a esta bagatela que es concentrarse en la maraña sobre Metis. Pero ella ya ha terminado y nuestras miradas se cruzan cuando retira el grillete del cuello.

La situación me supera. Flota en el aire que no se que decir. Pero mi pecho, mi  boca, mi cerebro se empeñan en ir al extremo opuesto y gracias a la Diosa eso duele y la agonía de la herida no me deja estropear su momento.

'¿Que me pasa?¿Por que este afán tan grosero'

Unas manos me sostienen y el susurro apagado de Metis, hilado con el dulzor de una lejana melancolía me habla despacio.

- No te muevas, Tiznada. Te vas a hacer mas mal que bien.

No hay mucho amor en su tono pero sus manos la contradicen mientras me sujetan la cabeza y revisan los vendajes.
Me deja reposar sobre su hombro mientras la tierna sordina de su aura se filtra.

- Había visto el Catafalco y la mudez del olor de las flores, y el timbre de los cantos - de repente se lamenta - como siempre en la lengua de los Dioses ni entendí a quien estaba destinado. Cuatro milenios me han enseñado el futuro y sigo en la bruma y la consternación - se aprieta contra mi como si fuera una conocida de toda la vida, igual que hizo Auristrata y le devuelvo el abrazo.

Nuestra pena esta con Pontos. Nuestra mirada se pierde en Myla.

- No he entendido nunca por que siempre habéis querido poseer lo que yo tengo - su voz es candente - por que querrías ver las inacabables variantes de esto - abarca la escena con su brazo - De Esto.

Apenas vislumbro la certidumbre de que haya contemplado antes a Pontos besar a su esposa atreves de la mortaja y la colocara en su ultima morada bajo la diosa, o si rememora a Kebren haciendo lo propio por ella o si es a la inversa o si ve lo que hubiera sido el destino de otras personas todas diferentes, todas inamoviblemente tropezando en el camino con este mudo sepulcro que mientras estaba aguardando.
Me había preguntado por como veía Metis el futuro pero no lo ve lo sufre.

En este lugar su espera termina cuando Pontos y Kebren depositan cariñosamente a Myla dentro del palisandro y la cubren con temblores y silencio.

La mirada solemne de Metis brilla con el fulgor de la locura de saber y no poder y sus ojos se empañan de lagrimas tan rotas como las de Pontos, por que quiere a su compañero y no ha podido librarle de esto.
Mi mano rodea la suya y sin guía trato de darle alguna fuerza de consuelo.

Sus compañeros tardan un rato en recuperarse. Kebren sujeta a Pontos por el hombro mientras él libera su dolor con palabras inaudibles. Con gestos quedos, delicados e íntimos.

Me doy cuenta que el haber elegido ayudar a Metis es una bendición. Si no le estuviera cogiendo la mano me habria dispuesto a acercarme a mi Amigo y seria como una cuña en su lamento.
Sin voz rezo. Pido a mi Señora por los dos esposos con el ruego de que no se pierdan el uno al otro por mucho que pese el tiempo.

En la penumbra al final Kebren convence a su camarada de que le acompañe y lentamente regresan a las interioridades del edificio.

Vuelven a sonar las voces pero mas centradas incluso cuando discuten. Es un parlamento pausado, disciplinado y al final solemne en el que la palabras nos llegan en esa lengua de cientos de frentes que te hacen entender cuando quieren. No llego a comprender mas que el contexto y el fondo de lucha que se desencadena y de promesas bajo el peso de la Estigia que incluso en la distancia Metis admite al aire con convicción entre el cansancio.

Un pacto para proteger y servir y mantener la lealtad con esta realidad y sus dioses y enfrentarse a la tergiversación. Las raíces de otro pacto mas anciano, pronunciado muchos milenios ya contra los Malditos, se reconocen en el énfasis y la determinación.

Por un momento suena lejanamente a guerra civil pero luego, veo la cara de Pontos y aprendo que sabe que si permitiera liberar esa furia, el infierno se desencadenaría. Por encima del dolor ha interpuesto los limites del honor que le centran en rescatar a Betriz, recuperar a Helia, recomponer lo dañado antes que destruir.

Como mi mirada le prometo que estoy con él que es lo único que puedo hacer.

Kebren se acerca hasta nosotras para contárnoslo en detalle.

- Quedas al cargo de nuestra invitada, Amor - el semblante serio de él no puede evitar el furtivo gesto de buscarse las manos - Tenemos que encontrar a Betriz. Tememos que los Pecadores la Vistan de Sangre - traga saliva - Después de lo que le han hecho a Helia... De lo que han hecho aquí...
- La han derramado. Nuestra Sangre. Han. Pecado. Todos. - el gesto de Metis es interrogante y malsano - ¿Hoz o Fuego, mi Amor?

Kebren se cubre la cara agotado por unos pensamientos lóbregos que no logra contener. Metis le sostiene la otra mano con firmeza como transmitiéndole una fuerza que le protegiera. Dame lo malo a mi, cariño. Dámelo como siempre.

- Hoz - le contesta él mirándola a los ojos.
- Bien - asiente ella con una comprensión mas allá de lo que aparenta - Bien.

Se pone de pie y le besa y es un beso desesperado casi de despedida. No se apreciar muy bien de quien de los dos.

- Ve, Amor, Estaremos bien. Ahora han despertado la ira de nuestra señora Rea. No tendrán opcion. Yo velo por nuestra invitada.

Veo a Kebren vacilar con una sutil ojeada en mi direccion de dubitación secreta. Sin embargo el lapso de indecisión se diluye con el ímpetu de la constatacion de otros deberes mas duros. Roza con mimo la mejilla de Metis y arranca de alli una lagrima que no he percibido antes.

El besa el dedo húmedo.

- Desearía que fuera dulce y no amarga - le entiendo decir a ella y se miran y sin otro beso se separan.

Kebren se dirige a los otros, dejan algunas armas variadas en la entrada y se van del templo dejándonos sumidas en un ominoso silencio. Largo Silencio.

Me doy cuenta que cuando el mundo enmudece mi cabeza busca desasosegada el llenar el hueco. Por que si no lo tapa el temblor de desamparo de las fuerzas en movimiento me drena.
No puedo hacerlo. Pensar en forma intensa nunca ha bastado. Para protegerme hablo y las Parcas han cortado el hilo que me imposibilita.

La emoción viene hacia mi interior en aras de palidez en el reflejo sobre el rostro aurealado de Myla y en su tono maliciento y muerto.
El nudo en el pecho que se ata poco a poco que lucha con el cuchillo sin filo que quiere cortarlo.
El universo se tambalea bajo los ojos de ladrillo de la Diosa y la opresión cae sobre mi desde todas partes pero solo se crea desde dentro.

Es la muerte.
Mi odio y mi miedo.
Hacia Ella.

La nausea entra y choca en mi boca con dolor espasmódico y me contorsiono hacia el suelo.

Pero Metis no me deja caer y que me golpee y me sujeta con inusitada fuerza por la cintura y sin compasión libera la vía del vomito con su mano libre.

La percepción del mundo se tiñe de rojo que se torna en un eléctrico violeta muy oscuro recubierto de un olor metálico.
Arrojo sangre y bilis y trapos por que hace una eternidad que no he comido nada. Noto mi lengua acartonada y flácida.

Junto a mi oído delicada como una caricia muy cruda la oigo a ella.

- Te entregas ¿Verdad? y tu amor te engulle.

Habla en un idioma antiguo, algo áspero y obtuso que misteriosamente comprendo claramente pues son palabras que ya he escuchado pronunciadas por mi boca pero con el sentido retorcido hasta que han llegado al otro extremo. Metis las carga de un sabor limpio y en mi son sucias.

- Ay, Gabrielle, mi querida Oveja negra - sus labios se sienten calientes y peligrosos junto a mi oreja.
- Gabrielle ¿Querrías, Tu, comprender sus misterios? - dice señalando a Myla muerta - Ella los conocía y ahora los ha descubierto. Tu, la querrías vencer cuando amarla es lo que se te esta pidiendo. Mírate, ni siquiera puedes engañarte dominando tu cuerpo. Tuviste tu respuesta muy clara desde los inicios pero te negaste a pronunciarla a través de tantos años y años.

Habla como una amiga querida pero aun así dolida e incapaz de perdonarme una transgresión aun vigente.
A pesar de mi gemido de dolor y terror me sujeta la mirada fija a le difunta yaciente.

- Solo quien desafía sus negros instintos, Solo Ese, pasa las crestas y las olas que brotan del abismo.

De repente suelta su presa y me libera para que me recomponga. Para mi sorpresa me acaricia el cabello.

- Has tenido hijos - afirma con el deje insinuado de vileza de ello. Parpadeo sin saber a que viene eso.
- Pensé en que eran parte de tu plan retorcido de escape. Lo has ejecutado primorosamente ya en tantas ocasiones... - mastica esta afirmación con desprecio.

- Pero luego haces cosas como estas...
Me roza la trasquilada mata de pelo con genuina fascinación.
- ¡Les cortas el pelo!.

Ya no me enfrenta desde atrás, sino honestamente cara a cara y no puedo encontrar ni un rastro de la locura que pueda explicar un monologo tan extraño.
Tiene la cordura acerada de la revelación y el conocimiento de quien fui, soy y seré con tantas variables y precisos detalles que puede moldearme o aplastarme y que ha escogido la opcion y no ahora de liberarme.
Ella sabe lo que estoy pensando.

- El azar Gabrielle, no forja el destino, solo la elección - su sonrisa es pía pero sus manos cogen hasta que se quedan blancas de la presión la madera del sepulcro perdiendo su mirada un largo instante en el rostro de Myla.

- Me he acostumbrado a odiar mi don - me confía y se que es a la primera persona a quien se lo dice en voz alta. Traga una pausa llena de visiones sin freno.

- No podría sobrevivir al tuyo. Y tu lo haces.

No debo poder disimular la perplejidad ante una franqueza la suya, tan incisiva.
Mi mano roza su mano en el misterio de nuestra cercanía y la sensacion familiar perdura pero ella no la deja asentarse.

- Tenemos que irnos, Tiznada - susurra muy bajo y muy firme - Lo sabes. Los caminos de los dioses son tortuosos y debemos enhebrar el siguiente.

Se aparta con suavidad y añade - Este lo eliges tu.

Soy consciente de la liberación de no poder hablar y perderme en mis palabras.
El rostro de Myla me evoca a Annette y la consternación de verla acechada y vulnerable a la esencia de un aspirante a dios viejo y taimado ansioso por regresar. Como Betriz.
También conjura la cara de Helia negra y supurante con la sangre de los que ha asesinado en un odio visceral que ciega el pozo de su humanidad y que es tan fácil de entender. Un Alma atrapada en el maquinar, maquinar y maquinar pero un alma consciente tristemente.

La conmoción de sus penurias no me libra de la inteligencia de saber que la acción a continuación ya esta marcada y las lagrimas de mi corazón surcan también mi cara por Pontos.

Metis me espera con estoica tristeza y con gesto adusto arranca el aire sobre mi pecho con la garra de su mano izquierda, estruja lo invisible y se lo traga.

Me quedo helada al oir mis propios pensamientos en conjunto con otra voz.

'No todos pueden ser salvados y Debemos salvarlos a todo'

Los ojos de Metis se estrechan como dos ranuras para abrirse como con un estallido.

- El Árbol - sentencia estirándose como si pudiera desdoblar las palabras.

Asiento muy lentamente conociendo que he hecho mi elección antes de comprenderla y que tengo que vivir lo que me queda con ello.
Una decisión que esta esperando que acepte a que la lleve a hacer realidad.

La parte en mi que rehuye la muerte me susurra como sestear y hacer el truco que me deje respirar un día mas al final. Hay una pequeña parte asustada y cobarde que quiere rasgarse y tirarse al suelo inmóvil, escondida  por siempre entre los pliegues de la locura y la compasión de los otros. Si ya no regreso una voz en mi interior pregunta que va a pasar con Asier y Annette y me plantea que dude. La parte mártir y vanidosa  quiere que me lance sin pensarlo y por experiencia se que me puedo confundir con lo que me diga.
Sin embargo, ahí profundo la veo. Hace una eternidad que no recordaba su rostro embargado del trazo de los oleos o de la patina sepia de las fotografías que no le hacen justicia. Pero hoy  aquí no es difuso y de recuerdos. Es carne y brillo en los ojos.
Sonríe con ellos y es esa sonrisa que nunca he contemplado la que aparta la tormenta de voces y pensamientos hasta que es constante uno solo, el mismo que ella tuvo.
Metis lo pronuncia construyéndolo de mi mirada.
- Betriz tiene que Vivir.

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