1/4/12

Los Monstruos de la Razón merecen el Olvido

Los Monstruos de la Razón merecen el olvido encierra demasiada poesía para una emoción posesiva que raya la ira.
Pero, gracias a la Guardiana, que aun, milagrosamente, es posible atemperarla con la elección de las palabras justas.
Dichosamente, la Poesía consigue siempre canalizar los humores hacia un necesario y estable equilibrio.
El que contrapesa el recuerdo de la mirada, de manos crispadas, que no puede obviar que están profanando a todas las personas de una ciudad, pero que no deja ciegamente arrojarse a la senda instintiva de hacerles pagar como sea.
Esa constante proeza en el condenado filo de marcarnos la diferencia.
Esa danza que nos ocupa y trata de no incurrir en lo fácilmente que puede ser, el que el continuo roce con el Enemigo nos absorba y nos lleve hasta ahi donde no podernos diferenciarnos de nuestro Contrincante.
La Rabia. El Orgullo. El Miedo. La Razón Fijada. El Pecado en todas su formas capitales o no.

Hoy y aquí la premisa de que a mas pecado no se puede aspirar, para armarse contra engañosamente un mayor mal, se deshace en migajas si no has perdido aun la perspectiva de que el mal es el mal.
Liberarse de cualquier moral disfranzandolo con una excusa es una Maldad.


Pero enterrada el Alma en ese cada vez mas desesperadamente profundo Pozo en el que se cree no se puede caer mas bajo, las luminarias nihilistas de Bertolet y todos los demás hiperracionalistas de la vacuidad, ya no contemplan otra cosa que el agujero y no conciben otra existencia que el cavar.
Profundizando hacia el infinito en la desolación de su espíritu inhumano.
Destrozando con torturas a niños, sobretodo a niños con el don incólume de la imaginación.
Acaparando el engañoso espejismo de un poder capturado.
Pretendiendo que se puede usar en guerra para enfrentar al verdadero mal de los Malditos

Piensan, bajo el prisma desintegrador de la luz de la vida que pusieron sobre sus ojos, que solo con el poder se vence a la oscuridad, y que da igual que se arrebate por el pecado.
La vida, los cuerpos, las personas, sus espíritus son armas de ataque que emplear sin remordimiento.
En pos de la Victoria. Solo importa la victoria. Por el poder.

Así, defenestran sus propios cuerpos en el proceso, creyentes de que la Idea es lo único conectado con la divinidad, pero su mayor sacrilegio esta en convencerse de la insignificancia de cada hálito de vida ante la promesa de un bien mayor.
Yo no puedo rebajar la vileza y la estulticia de los Malditos, de la cual soy muy consciente en su intensidad, y pero si igualar su punto de partida de ambición y orgullo humano a este despellejamiento del Alma hecho con toda la alevosía y rotura que se puede concentrar.

Eso si lo han conseguido los Habitantes del Agujero.
Se han conseguido igualar.
Ya son Monstruos.

Todos somos monstruos, en algún grado, en esta guerra en el infinito, pero si sirve de gran diferencia, las increíbles o aterradores portentos que brotan de nuestras manos tratan de nacer siempre de la responsabilidad ante la Ley Eterna y ante los demás. Luchamos luchando por no abrazar al Monstruo.

El Pozo se ha envuelto en su Capa de Pecados.
Ya no conciben otro cosa.

Lo que han levantado en Annecy los descreídos creyentes, es una falsaria alucinación de sus mentes desprendidas de humanidad.
Una deformación que al final engulle a las victimas que se buscan siempre: a los inocentes.
En este caso con mayor hiriente hervor a los niños, y como los fascinados psicópatas atraídos por el sabor de la sangre que son, sobretodo a los que resguardan un aspecto especial de conexión.
La Unión con la amplitud sutil de este mundo hacia el infinito.
Como a Elizabeth. Como a Chloe.
Mancillan los sueños de Anieska, de Martín.
Tergiversan la carne y la piel y el espíritu de Jean Clode hasta la forma de lo abominable y sin vuelta atrás. Atormentan indescriptiblemente sin limites al completo de una apacible ciudad.
Y eso sin ver que milagrosamente aun en su ordenado patrón patológico de manipulación y derribo, de robo y estafa, existe y existirá gente con la capacidad de luchar contra ellos con el heroico esfuerzo de alzarse sobre el resbaladizo hielo del miedos.

Nombres como el inspector Valjean o su hija Clodette que rescatan niños aterrorizados de las calles, casas y todo tipo de rincones infestados de adultos forzadamente privados de raciocinio.
Gentes con el poder que importa que es el del corazón inspirado por la cabeza.
Y viceversa.

Los Monstruos ni siquiera presentan batalla formalmente.
Escondidos en su Agujero los fuimos neutralizando mientras trataban de obstaculizarnos con aquellos poderes que manejan.
Lanzándonos a aquellos en los que han ido hundiendo mezquinamente sus manos.
Ni siquiera es feroz.
Es como el agitar caótico de un avispero.
Como la reacción malsana de un egoísta niño asustado que no quiere reconocer que lo esta.

En el final, en la resolución, Chloe esta de vuelta en nuestros brazos ilesa y el tormento y el pandemonio es desterrado, entre fuego y rayo, de los habitantes de la ciudad.

De los tres conjurados que intuimos que debíamos encontrar, encontramos tres cadáveres.

Y sin embargo aunque victoriosos no me quita el paladear agridulce que sube en mis sentimientos desde la boca del estomago y que instala un malestar permanente en el pecho.
Se imprime a esta aventura el carácter lucido de la rememoracion de las palabras de Dora, que se repiten y que dicen que el Pozo es la fuerza de una Idea de la Razón.
Las Ideas no se las destruye con hechizos, garras, espadas o la aniquilación de sus objetivos.
Los Ideales son a prueba de todos esos  métodos.
Debemos recordar la enseñanza de Thiess el grande.

A las Ideas se las asfixia, se las empequeñece, se destejen, se las conduce al borrado en el lecho del Olvido.
Estas que crean Monstruos de la Razón lo merecen y lo merecen doblemente y una vez mas.
Hasta que no existan en ningún sueño. En ningún destello de la musa. O en una simple historia en un libro. O en un diario.
Quizás esta sea la batalla de las mas difíciles que se pueda llegar a librar. Se libra en todo tiempo. En todas partes. Con el peligro doble de recordar o de olvidar que lo que no esta exterminado.
Y si estas oyendo la historia y te preguntas cual es la razón, hija mía, esta en que aun hoy en mis postreros días la batalla no ha terminado.
El Pozo sigue escavado y el gusano ciego de la Idea anida en otro discípulo.
Se retoma la lucha hacia el olvido.
Alguien tiene que recordarlo.